sábado

La invisibilidad

Está cansado de luchar con uno mismo o por uno mismo o con los otros o contra los demás o por los ambos mismos o por algo diferente, está reventado de enfrentarse y encontrarse y interconectarse y ligarse y ocuparse y preocuparse y tal, está hasta los cojones de tener que ser y responder y dedicar y decidir y dirigir y digerir y preguntar y pedir y avisar y vivir y comunicar en general, es que sabe que da igual moverse y no moverse, sacar fotos o olvidar, pensar o no pensar, estar o no estar, entrar o salir, encajar o no en cajar, saber o no saber si da igual moverse y no moverse.

Intuir que la vida es un juego, que el cosmos disfrute de la casualidad mucho más que de la causalidad, y no necesitar ser ni primero en arrancar ni primero en terminar, y tranquila mente perder, érase un juego que no hacía falta ganar, una vida corriente como un corriente arroyolado cualquiera que no había que ganarse, una mezcla de acontecimientos del universo, no universales, acá y allí, que pasaban de todo y nada y qualquier otro nombre de algo aún más allá grande, algo o nada que está entre ser y no ser entre hay y no hay entre está y no está, en el momento en que termina el tiempo o todavía o que no empieza uno nuevo, en el todavía, en el entre blanco y negro, grande y pequeño, entre algo y nada, qualquiera y ninguna, en el vacío llenándose y en la plenitud vacilándose, entre el fuego y el viento, entre dos olas en el mar, entre pasado y futuro, entre muerte y vida, entre espacio y no espacio, allí en todas las partes a la vez y en ningún lado nunca y hacia todas las direcciones los martes y los viernes y de vez en cuando y siempre simultánea mente hay jugadores que ya estuvieron muertos hay tiempos que no corren, hay lugares que no se extienden, no hay cuerpos que se controlan, no hay humanos que saben, no hay animales que viven, hay frases que no dicen y las que no se dicen, hay locos no localizables, hay jugadores jugando, hay juegos no jugables, existe mundo entre hay y no hay.

Está cansado de luchar con uno mismo. Decidió que no volverá a tomar decisiones y ahora no quiere decidir si es bueno o malo. Ya no entiendo la palabra valor. Todo el mundo tiene razón en todos los casos. Verdad no existe. Hay personas que la buscan, son las que un día morirán. Ya no co-r-respondía al mundo exterior. La nada está sobrecargada. La historia helada se está deshelando en el océano. En realidad, no hay que moverse. En un cuerpo humano deshabitado.En un trabajo despedido. En un paro temporal, un paro del tiempo, un paro positivo del mundo negativo. Durante los recreos de los dioses. Un rebaño de franceses jóvenes jugando a dados recibiendo una paliza en una película de una ola nueva. Estaba cansado de cambiar la imágen en el espejo, la de cada mañana. Un jugador no lleva ningún número y no sabe cuando es hoy y cuando mañana, los jugadores viven en una mezcla de tiempos salidos de cualquier a dirección.

Enviaba mensajes para no recibir las respuestas. Hablaba para no ser escuchado. Miraba para no ver. No recordaba para acordarse. Se perdía para no buscarse. Fluía para pararse. Escribía para salir del mundo de los textos. Practicaba su derecho de no formar parte de la sociedad. Las leyes tienen la regla. El tiempo es impredecible, como siempre y como nunca antes. Cuánto tiempo tarda en descomponerse una bolsa de economía. Dentro de cuántos abrires y cerrares de ojos se puede uno desconectar de uno mismo. Cuando las manos de obra de los relojes dejan de obrar. Un columpio roto. Una columna en trozos. Una colonización organizada acabada. Un campo de concentración sin materias primas. Unas calles sin aceras. Unas cabezas sin cerebros. Un dinero sin uso. Una electricidad sin enchufes. Una ecología autosostenible. Una piedra volando por el universo a su rollo, tranquila mente rodeando sí misma, a los continentes no los molestan los meteóritos. Una biosfera sin enemigo natural. Una biología sin humanos. Una vida sin saborear las diferencias entre algo y nada, sin darse cuenta de las diferencias, un universo de lo mismo. Un pimiento de Padrón. Un igual localizado. Un que está arriba y abajo y abajo y arriba. Una oscuridad que distribuye los colores de las sombras y de los espacios entre. Un luz aplicando la velocidad de luz. Uno que se dice a sí mismo: miento y luego no ve la razón por que salir de un laberinto. Un jugando en su tiempo libre. Uno tomando sol. Un juego perdido dentro del cual uno se pierde. Un jugador disfrutando de su vida. Para fumar detrás de la esquina. Para contarselo a otros universos. Para hablar sobre otros jugadores. Para conspirar contra la respiración de otros dioses.

En el paisaje dibujado por los gatos locos. En el rincón del Internet. En las moléculas de farlopa que están volando entre paredes creados de un billete de color sin nombre. En la televisión desenchufada. En una cadena descadenada. En el viento que está renaciendo el fuego. En la grieta de hielo decisiva. En la que funcionará como un sólo movimiento de las alas de una mariposa famosa. La del sueño y la de la realidad. La del caos. La del tao. En la publicidad que será la última. En tus ojos antes del apagón. Estoy cansado de verme reflejando en tus pupillas, carriño, siempre cuando me acerco. En el fondo del abismo donde residen los extraterrestres por los fines de semanas. En el sexto fuera de juego del próximo partido. En el tiempo de limonero que le gusta llevar algo de amarillo, así que ningún limón nunca es primero y tampoco último. En la vida de un insecto elegido para cambiar el mundo de la cual nadie se ha dado cuenta. En la historia escrita por las hierbas salvajes. En las partes interiores de las gotas de lluvia que chocan con una tercera parte de la gran muralla de China. En el pensamiento de una cabezera. En la gira de la mosca. En la parada de aquel movimiento. En el lado sideral de la energía. En el horizonte. En afuera de mi cuerpo. En el momento débil de un dios celebrado. En una pastilla de tranquilizante ardiendo. En el entre Romeo y Julietta. En el virus que, una noche, encenderá todo. En la pregunta sin respuesta. En el sistema nervioso sin problemas. En la ADN que pone ...sé lo que hicistéis. En el número real mente rojo. En la noticia de Google: aproximadamente 1.970.000 de Fin del mundo. (0,19 segundos). En la raya penúltima de tu coche. En la teoría de relatividad obsoleta. En el infinito mareado. En el cansancio de varios colores. En los pelos de aquella cienpie. En la piedra de la ventana. En el libro escrito por una gata casera. En el agujero del cajero en el que vive una araña vieja. En el aviso de mi muerte que cambié. En el relato que olvidaste. En el principio que no comenzó. En la regla que no llegó a participar. En la frase que habla sobre inutilidad del lenguaje. En el agujero negro que comió su galaxia. En la importancia que se fue de marcha. En la meditación que enseña el camino que se suele llamar el malo. En el gato que ve en la oscuridad. En la equivocación empleada en vida cotidiana. En el ayer que está a punto de presentarse. En la canción que oye sola mente una vez por su vida. En la después de ella. En la aldea desocupada. En la alma despreocupada. En la velocidad de luz. En silencio se rueda. En el sexto sentido. En tu tercer ojo, carriño, se refleja todo el caosmos. En la esperanza de una cris-is. En los trozitos de mi piel volando dentro de su mundo cuando se están rascando. En el marco que no es frontera ni límite ni borde ni superficie ni membrana ni cuadrado ni redondo ni cerrado ni abierto ni rectangular ni curvangular ni tal ni cual. En el machero sin piedra. En el mundo que no reconoce el día y la noche, así que no necesita despertarse en absoluto. En él que se ha robado su identidad. En ella que no se encarceló. En la sociedad que no luchaba, así que no tenía la palabra poder. En la que no tenía posibilidades. En la que no les faltaban. En la pereza de una mente tranquila. En el error que nunca falla. En el miedo de un abrir y cerrar de ojos. En díos. En el fuego. En el corriente. En unos días. En los celos de dos caras. En el paisaje. En tre s. En el espacio. En la pista. En el tren. En el estadio. En la mesa redonda. En la habitación. En la tele. En distancia. En contra r. En lo que ser. En el alterar. En te. En té. En el humo. En el cada respiro. En los recuerdos de las masas de agua dulce. En el negro de la noche. En la diferencia principal de un lunes y de un miercóles. En el instante en que aquel tío decidió subir los alpes usando los elefantes. En el cráneo de la mariposa. En el mar seco. En el aire visible. En la ciudad que se mueve. En el parque que se rega. En la ventana al amanecer. En el lado brillante del cenicero. En el juego sin principios ni fines. En las vueltas de cabeza. En el laboratorio alquimista. En la profundidad del campo sin profundidad. En el color verde. En la fotosintesis. En el color naranjo de tu camiseta. En el papel hecho hace ochocientos años de un brujo. En la hora buena. En el tiempo libre. En la iluminación de bajo consumo. En el y tal. En la mitología de los ciervos. En los cuentos rizomáticos de hongos. En las ramas del bosque oscuro. En los espacios entre ellas. En la a la vez. Fuera del horizonte. Detrás de lo que se ve. En lo que no se ve.

1 comentario:

Sue dijo...

Denso... me has dejado pensando en algunas cosas